martes, 26 de abril de 2016

Día Mundial del Libro: escriben los alumnos (II)


Si lo amas, déjalo ir

Juan Pablo Parisi, 2° B


Había una vez, un pequeño niño al que se lo llevaron en un malón. Los padres estaban desesperados y lo buscaron durante décadas. 

Al cabo de 30 años, un soldado que rondaba por las fronteras del pueblo, vio a un indio de pelo largo y muy sucio escabullirse entre los matorrales. El soldado lo fue a buscar y vio que no era un indio normal: tenía ojos celestes.

El soldado lo interrogó sobre sus orígenes, pero el indio no sabía hablar español porque él había aprendido a hablar el idioma de los indios. Trató de comunicarse con el soldado, pero él no le entendió y fue a llamar a un traductor. Este le dijo que lo que había dicho el indio significaba: “Estoy buscando a mis padres”.

El soldado, conmovido, lo llevó a la plaza central del pueblo más cercano y empezó a gritar: “¿Alguien conoce a este hombre?”.

Unas personas que estaban en el fondo de la multitud dijeron: “Tiene unos ojos celestes muy bonitos, puede ser nuestro hijo perdido”.

Los padres del niño cautivo lo llevaron a su casa. El indio, al ver la puerta se quedó paralizado. El indio entró corriendo, atravesó el zaguán y fue directo a la cocina. Metió la mano en la campana de la cocina y sacó el cuchillo de mango de asta que había hecho cuando niño. Los padres, al ver esto se emocionaron y lo abrazaron, pues su hijo había vuelto. Le cortaron el pelo, lo bañaron y le pusieron ropa nueva y limpia.

Al cabo de tres meses, el indio se dio cuenta de que no podía vivir entre paredes y con señas, dijo a sus padres que se iba a ir al desierto a vivir la vida salvaje que había vivido toda su vida y a la que estaba acostumbrado. Los padres se entristecieron porque habían perdido a su hijo otra vez, pero no lo buscaron porque ellos querían lo mejor para él, que fuera feliz, así que lo dejaron irse en paz.

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